sábado, 15 de noviembre de 2008

CRISIS MUNDIAL

A propósito de la situación que se está viviendo a partir de la caída de las bolsas de valores en los más diversos países del mundo, muchos se empiezan a preguntar si esta es una crisis cíclica periódica más del capitalismo o en realidad, se trata del síntoma del ocaso final de un sistema económico incapaz de resolver las necesidades sociales.
El anuncio de pérdidas por 10.000 millones de dólares en un solo trimestre, por parte del Citygroup causó una enorme caída en las principales Bolsas del mundo. El balance de este banco dejó en evidencia que la insolvencia de su cartera de créditos hipotecarios se había extendido a los préstamos para el consumo y a las tarjetas de crédito. Ante las pérdidas sufridas por este banco se ha anunciado que deberá recortar 20.000 de sus actuales 330.000 empleos. El mercado de consumo norteamericano se ha sostenido de manera creciente, no por el ingreso por salarios sino por el crédito al consumo. De esa manera, el nivel de endeudamiento de las familias oscila en torno al 200% de su ingreso disponible. Así, la fuerza de trabajo que recibe esos ingresos bajo la forma de salarios no acumula el valor que crea con su trabajo; lo acumula el capital. El endeudamiento ha acabado con los ingresos de los trabajadores y demás sectores populares: el salario ha pasado a remunerar al capital bancario, no a la propia fuerza de trabajo.
La crisis bancaria disimula, entonces, una crisis de sobreproducción que el crédito al consumo ha tratado infructuosamente de superar: las fuerzas productivas desbordan el marco capitalista en que fueron creadas. El panorama para millones de trabajadores es claro: deberán vender sus artefactos domésticos y perder sus ahorros bancarios o financieros, y en primer lugar sus viviendas, para pagar las deudas contraídas para comprarlos. Durante setiembre de 2008, quebró uno de los grandes bancos de inversión (Lehman Brothers), con una deuda de 600.000 millones de dólares; fue nacionalizada la mayor aseguradora del mundo (American International Group), con obligaciones por un billón de dólares; fue liquidada otra banca, Merril Lynch, en beneficio de su competidor, Goldman Sachs, el cual fue socorrido enseguida por el Banco Central, que le aseguró su respaldo al reconvertirlo en un banco comercial. También fueron nacionalizadas dos entidades bancarias semipúblicas, Fannie Mae y Freddie Mac, con deudas conjuntas de cerca de seis billones de dólares. Paralelamente, la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos, perdió el control de la política monetaria, toda vez que su tasa de fondos federales, del 2%, no ejercía ninguna influencia en el mercado. Al mismo tiempo sus reservas cayeron a menos de la mitad a fuerza de absorber títulos incobrables de bancos en quiebra, a los cuales entregaba, a cambio, títulos del tesoro norteamericano.
La economía estadounidense se viene sosteniendo en el complejo militar-industrial, que tiene un fuerte compromiso con el genocidio que se lleva a cabo en Irak, Afganistán y algunos países africanos, en donde las transnacionales se disputan los recursos de esos países.
Los mandatarios de Europa se reunieron para intentar blindar su economía, y para endurecer sus fronteras frente al flujo migratorio. Los 27 miembros de la Unión Europea están por lanzar el Pacto Europeo sobre Inmigración, que limita la llegada de inmigrantes a lo estrictamente necesario para el mercado laboral. Así, Gran Bretaña anunció que reforzará los requisitos para obtener una visa de ingreso y para los inmigrantes en tránsito desde otro país europeo; Francia aplicará exámenes de ADN para los familiares de inmigrantes que deseen agruparse en suelo francés. Y Alemania quiere restablecer las fronteras internas entre los socios europeos, hasta que se decida una política inmigratoria común.
La crisis financiera se proyectó además sobre el capitalismo industrial. En septiembre de 2008 la actividad industrial en los Estados Unidos registró la mayor contracción mensual desde 2001, en un contexto en el que se siguieron recortando puestos de empleo y en el que el sector automotriz encabeza los retrocesos.
Las políticas económicas de reducción de costes de mano de obra y materias primas en un comercio desigual e injusto, las políticas que están detrás de los procesos de deslocalización, son las únicas posibles siempre que se renuncie a avanzar en el nuevo modelo de sociedad, que pugna desde el vientre de la vieja por un alumbramiento feliz.
“Es el capitalismo, estúpido”, rezaba una pancarta levantada por obreros en las calles de Nueva York durante el mes de septiembre de 2008. Todo un acierto, en medio de tanta confusión interesada.