domingo, 22 de marzo de 2009

LA ULTIMA DICTADURA CÍVICO - MILITAR

Inicios del terror desde el Estado
El 25 de septiembre de 1973, Perón celebraba el triunfo que dos días antes lo había consagrado presidente por tercera vez. Al mismo tiempo se enteró de que una ráfaga de ametralladora acababa de liquidar a su amigo José Rucci, titular de la CGT. Habían sido los Montoneros. Los consideró enemigos; dijo que hacía falta un somatén. (reserva del ejército que actúa por cuenta propia).
En una reunión realizada en Olivos el 1° de octubre mismo año, el general explicó que había que "terminar con los marxistas infiltrados, para evitar que destruyan al Movimiento Nacional Peronista". Se puso a consideración un documento reservado, en el que se ordenaba a los militantes a "participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar adelante esta lucha", "todos deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y para reprimirlo con todo rigor".
A partir de ese momento, una seguidilla interminable de atentados y asesinatos se produjeron en todo el país, las víctimas, siempre militantes de izquierda o peronistas “equivocados”.
Perón murió el 1° de julio y, en los nueve meses de su gobierno, los parapoliciales de la Triple A actuaron en zonas liberadas para secuestrar, torturar y matar a jóvenes de izquierda. Se identificaron quince cadáveres, sin contar los secuestros. Luego, con su esposa en la presidencia, la cifra se elevaría casi al millar.
EL GOLPE
El plan económico que tenía al gobierno de facto como su ejecutor, no podía implementarse sin violencia. Los trabajadores, sus principales víctimas, no acatarían sin chistar las medidas que les harían desaparecer sus derechos. El desorden que implicaba el pueblo en la calle, debía terminar. Así, con la dictadura, el control del país significó, entre otras cosas, disolución de los partidos políticos y del Congreso, anulación de la libertad de prensa y expresión, reemplazo de la Corte Suprema de Justicia, supresión de toda actividad política y sindical, el poder del Estado para garantizar mediante una violencia sin precedentes, el plan económico ideado por la gran burguesía, los grandes empresarios.
Y, fundamentalmente, muerte. Mucha muerte para aquellos que no acepten el plan económico, y lo manifiesten de cualquier manera.
Comenzaba el mayor genocidio de la historia nacional. El terrorismo de Estado ocupaba los sillones. El plan de exterminio estaba en marcha.
En cuanto a lo económico, el golpe de marzo del 76 puso en marcha un proceso económico liberal. La economía se “modernizó” abriendo las puertas a la importación, lo que obligó a la industria nacional a competir en un plano de absoluta desigualdad. Empezaba así la imposición del antecedente inmediato del neo-liberalismo, el cual tendría en el gobierno de Menem su máximo apogeo. Las privatizaciones, la destrucción de la legislación laboral protectoria del obrero, y las mínimas garantías personales establecidas por la constitución fueron violadas.
El costo de la mano de obra fue reducido al mínimo posible, y la categoría “subversivo” fue impuesta a todo trabajador que defendiera su salario. Pero sí, el encarnizamiento se dió para aquellos contrarios a la dictadura, que ostentaban una ideología distinta al: “Dios, Patria, Nación”
¿QUE DEMOCRACIA?
Los trabajadores tendríamos que pensar de que manera alcanzar aquello que nos merecemos y nos falta en esta democracia y nos faltó en la dictadura. Falta trabajo, salud, educación, pero vivimos en democracia y parece que con eso nos alcanza. Nada amenaza nuestra libertad de expresarnos, pero nos quejamos al vacio; la queja sin reacción es inútil.
La dictadura nos machacaba a palazos, ahora y mientras que los ánimos de lucha se aplacaron, no hace falta la cachiporra; nos duermen con el micrófono y la tv.
La dictadura disolvió los partidos políticos, ahora los partidos se disuelven solos, ¿a quien representan los partidos?. Hoy solo rige el partido único…el de los que siempre están arriba.
Hoy podemos dormir sin el temor a las razzias de la dictadura, pero nuestro sueño carece de esperanzas. La libertad y sus ventajas no parecen tan grandes, cuando la medimos con la regla de la miseria imperante.
Ayer, sangre derramada por plomo; hoy se sigue derramando por otros métodos, no por consentidos menos crueles. Las aberraciones del hambre, desocupación, falta de salud y educación, míseras jubilaciones a quién trabajó, jubilaciones de regalo a quién no lo hizo, la hipocresía social, también son grandes injusticias. No lo tomamos así, y mientras no lo hagamos la verdadera libertad, la verdadera democracia, la verdadera igualdad, seguirán suprimidas.
Tenemos derecho a una vida digna, a la posibilidad de ser feliz. Por ello murieron muchos de los que hoy recordamos y homenajeamos. Los desaparecidos no son los otros, somos nosotros. El mejor agradecimiento es quizás, para aquellos que nos moviliza la injusticia de ayer como la de hoy; (el hambre, desocupación, criminalidad, dominación económica, jurídica, política de una clase social por otra), actuar para acabarla. Entendiendo que no se producen por la forma que toma de ejercicio del poder (democracia o dictadura), sino por el interés que persigue la clase que lo detenta. Y si además el poder lo ejerce la minoría, aparte de no constituir por ello una democracia, sería inútil esperar que el gobierno se ejerza en interés de la mayoría