lunes, 13 de diciembre de 2010

Soldati: arriba los pobres del mundo!


En los últimos días, cientos, si no miles, de trabajadores superexplotados, se han lanzado desesperadamente a la lucha por un lugar donde vivir, en la zona sur de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de parte de los trabajadores peor pagos, más expoliados y maltratados de la sociedad argentina. Hasta el momento esta batalla le ha costado a la clase cuatro muertos; la represión policial primero, y el accionar de bandas fascistas-racistas, posteriormente, han sido los ejecutantes físicos de estos crímenes. Sin embargo -¡qué duda cabe!- los máximos responsables son los conductores del Estado porteño y el "gobierno nacional y popular" quienes han intentado, mutuamente, hacerse pagar el costo político. Podrán engañar a unos cuantos, Aníbal Fernández y Macri, acusándose mutuamente, para nosotros son la misma basura con distinto discurso.

La marginalidad de una parte, cada vez más numerosa, del pueblo, los salarios de hambre, la estafa inflacionaria, el trabajo en negro, la represión y todos los sufimientos de los trabajadores son producidos por el Estado capitalista y sus representantes: presidenta, gobernador, intendente, legisladores, jueces y policías bajo la complaciente mirada de la burocracia sindical vendeobrera y corrupta.

Mientras tanto, el progresismo bobo, pequeñoburgués, seducido por los discursos izquierdoides de los peronistas K, canta y festeja en Plaza de Mayo en un festival oficial el "Día de los Derechos Humanos".


¡SOLIDARIDAD CON LOS COMPAÑEROS MÁS POBRES

Y EXPLOTADOS DE LA CLASE!

jueves, 2 de diciembre de 2010

INFLACIÓN

La inflación es el resultado de la disputa por la renta social. Al observar que los precios incorporan un componente relativo al salario y otro relativo a los lucros, hay un conflicto permanente entre el capital y el trabajo en el sentido de intentar ampliar siempre su participación relativa en la renta y, en consecuencia, en los precios. Sin embargo, aunque los dos grupos tienen mecanismos de protección, el grupo ligado a los lucros (capitalistas) tiene mayor poder de control sobre todo el proceso, ya que es él quien efectivamente fija los precios. La disputa por la apropiación de la renta termina reflejándose en el movimiento de precios: si los trabajadores consiguen aumentos de salarios, los capitalistas aumentan los precios para no perder posición relativa en su participación en el precio final del producto. Así, el conflicto por la apropiación de la renta entre trabajadores y capitalistas termina siendo resuelto vía aumento de precios.

Keynes comprendió que los salarios no podrían ajustarse automáticamente ante cambios en los precios: como todo contrato, se rediscute dentro de determinados plazos: cada seis meses, anualmente; a veces ni siquiera.

Aunque Keynes no lo consideró, su argumento se ve favorecido por el rol de las burocracias sindicales, que pueden poner límites a las aspiraciones de mejora salarial de los trabajadores, como viene sucediendo en los últimos años en Argentina, con los techos salariales impulsados por el jefe de la CGT, Hugo Moyano, para todos los gremios que le responden.

Keynes argumentaba que la poca flexibilidad de los salarios a la baja cuestionaba la validez de los postulados clásicos que suponían un ajuste automático de todos los precios (incluyendo los salarios) frente a los cambios en la demanda. Pero las implicancias que el propio Keynes destaca van más allá: si son inflexibles para bajar, por los mismos motivos lo son también para subir. Recortar el salario es algo que choca con la resistencia de los trabajadores. Pero cuando lo que baja es el salario real por la inflación, sin que varíe el salario nominal, el efecto es mucho más diluido y la respuesta es más tardía. La resistencia a la baja del salario por inflación, sólo puede realizarse a posteriori, cuando el salario real ya ha caído. Por eso Keynes veía que esto podría servir para "estimular a las empresas" que pueden así sostener o incluso aumentar sus ganancias en el marco de un proceso inflacionario.

Como vimos, Keynes destaca esto como un factor positivo, "afortunado" para la política económica. Esto puede permitir que aunque los salarios nominales aumenten, los salarios reales estén cayendo. Es decir, esto puede permitir hacer bajar el salario de manera indirecta, haciendo variar el salario real sin que cambie el salario nominal. Esto es exactamente lo que ha comenzado a suceder en Argentina: el salario real cae, aunque los trabajadores sigan consiguiendo aumentos nominales. La inflación es más alta que los aumentos salariales, y por eso se los devora.

En una situación como la actual en Argentina, donde el peso está permanentemente desvalorizándose, o sea compra cada vez menos bienes, es posible lo que en otras circunstancias podría ser más difícil: que los empresarios ganen en el proceso, aumentando sus precios más que los aumentos de salarios y de costos que tienen que soportar . Así las ganancias empresarias se transforman en estas condiciones en un factor inflacionario. Ha sido una decisión del kirchenrismo, con apoyo de Moyano, poner techo del 19% a las subas de salarios. Sólo gracias a los dibujos del Indec que mostró una inflación de 8.5% anual, estos aumentos aparecieron como una mejora del salario real.

Las variantes de mantener en marcha el crecimiento con una inflación controlada o de enfriar la economía, amenazan por igual los ingresos de los trabajadores, en beneficio de uno u otro sector económico. Lejos de esperar un "derrame" del crecimiento, o moderar expectativas salariales para evitar que se "derrumbe el crecimiento" como pide la presidenta Cristina Fernández, hoy para los trabajadores es fundamental salir a luchar por lo que el fuerte crecimiento de los últimos años les ha venido retaceando: salario igual a la canasta familiar con ajuste automático por la inflación, y fin del trabajo en negro. De lo contrario, se transformarán en la variable de ajuste para seguir sosteniendo un crecimiento "keynesiano".

Cuando se dice "habrá suba de precios porque ha habido aumento de salarios", se produce una inversión de los términos. Lo real en la vida de los trabajadores es que sus salarios se deprecian continuamente y que una vez al año se discute y acuerda un incremento, que nunca, ni en el mejor de los acuerdos para los trabajadores, logra compensar la pérdida de valor producida con anterioridad.

En resumen, la inflación es siempre la consecuencia de una puja por la distribución del ingreso, y el aumento de precios es siempre una decisión empresaria dirigida a obtener una mayor porción del ingreso nacional. En ese contexto, desde 1974 se pasó de una distribución del ingreso del 50% para retribuir al trabajo y el otro 50% para retribuir al capital, a una distribución para el año 2010 del 65% para el capital y del 35% para los trabajadores.