jueves, 14 de junio de 2012

ACERCA DE LA CRISIS CAPITALISTA EN ARGENTINA


En Argentina avanza la crisis capitalista. Por un lado, se verifica una caída de las exportaciones a Brasil, país que sufre su propio descenso de la actividad económica y ha devaluado su moneda para hacer más competitiva su industria. Por el otro, el gobierno mantiene en pie una suerte de corralito cambiario dirigido a hacerse de los dólares que necesita para pagar los servicios de la deuda externa y la importación de energía. Lo cierto es que la desaparición del mercado oficial de cambios ha provocado que el único precio del dólar estadounidense en nuestro país sea de $ 6,00 lo que ha contribuido a acelerar el proceso inflacionario que registra ya 5 años de vigencia. En la carestía de la vida también están involucradas las cadenas formadoras de precios, de capital transnacional, que además de fijar de manera unilateral los precios, los aumentan periódicamente. Pero además los monopolios giran las utilidades a sus casas matrices a fines de insuflarles oxígeno, resultando los principales responsables de la declamada, pero no precisada, fuga de divisas. Esto demuestra que las ganancias del gran capital no son reinvertidas para ampliar la matriz productiva.
En el aludido marco la burguesía pretende descargar la crisis sobre el salario y las condiciones de trabajo de los asalariados. En ese sentido avanzan las suspensiones como en el caso de Reanult (en Córdoba) donde se vieron afectados 2000 trabajadores; por otro lado recorta las horas suplementarias mientras empieza a registrarse un cuadro de despidos por goteo. El gobierno peronista aprovecha cualquier aparición pública para mostrar las consecuencias de la crisis en Europa y así bajar las expectativas de los trabajadores y moderar sus reclamos. Al mismo tiempo no deja de demonizar las acciones de lucha, en particular, los piquetes y la huelga.
El gobierno de Entre Ríos viene pagando los sueldos desdoblados, el de Santa Cruz dice que no tiene fondos para pagarlos y Scioli amenaza con desdoblar el pago a estatales y docentes mientras afirma que no puede pagar el aguinaldo.
Los trabajadores privados registrados han alcanzado acuerdos salariales que promedian un 23% de aumento, en la mayor parte de los casos, de pago por etapas y muy por debajo de la inflación proyectada. Asimismo, a partir de $ 5200,00 no se abonan las asignaciones familiares y 1.800.000 trabajadores pagan el impuesto a las ganancias. Por su parte los trabajadores tercerizados o en negro perciben un salario equivalente a un tercio de los registrados.
La burocracia sindical sigue su interna. Mientras unos arman una CGT subordinada a Cristina, otros encabezados por Moyano, se enfrentan al gobierno (y buscan algún otro político patronal para apoyar), pero no pasan de los discursos donde hablan “de los derechos de los trabajadores”, pero sin hacer ninguna acción contundente, ninguna medida seria para defender esos derechos y en primer lugar el salario. Por su parte, la CTA de Micheli convoca a un paro con movilización para este viernes 8 de Junio que no preparó seriamente, mientras coquetea con la oposición patronal del “socialista” sojero Binner. Pero su gobernador en Santa Fe, Bonfatti, se dispone a descontar al día a los docentes que van al paro.
En realidad el interés del grueso de la burocracia sindical es mantener sus infames privilegios bajo el ala de algún proyecto político patronal.
Debemos exigir la reapertura de todas las paritarias, que se discuta libremente, sin ningún techo y que los acuerdos que se efectivicen incluyan una cláusula de indexación inmediata de acuerdo a la inflación real. El punto de partida debe ser un salario mínimo equivalente al costo de la canasta familiar ($6.000). Hay que reclamar que no haya ningún tope para recibir las asignaciones familiares, que se les paguen a todos los trabajadores. Eliminar el impuesto a las ganancias de la 4º categoría, es decir, el aplicado al salario obrero.
Para fortalecernos en esta pelea hay que terminar con las divisiones entre efectivos, contratados y precarios, luchando por el pase a planta de los contratados y por acabar con el trabajo en negro.
Mientras el gobierno quiere hacerse de caja y dólares para pagar deuda, las patronales agrarias no quieren entregar ni la miseria de impuestos que les cobran. Y sin embargo, todos exigen a los trabajadores que sean “moderados”. La crisis del modelo la deben pagar los que fueron altamente beneficiados durante estos años de crecimiento: las grandes empresas, la patronal sojera, los bancos y toda la clase capitalista.