martes, 16 de junio de 2009

SOBRE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES

El 28 de junio se renovarán parcialmente los cuerpos parlamentarios del país. No existiendo todavía una organización política que represente y defienda los intereses de los trabajadores, la disputa será, una vez más, entre distintas vertientes del capital.
Mientras se sigue profundizando la crisis mundial del sistema capitalista, la burguesía argentina marcha al compás de la música que se toca en los grandes conciertos internacionales. La reunión del G20 de abril dejó bien en claro donde estarán puestos los esfuerzos de los estados burgueses: en fortalecer al Fondo Monetario Internacional, es decir, remozar a un zorro conocido para que venga una vez más, a alimentarse del esfuerzo de los trabajadores y los sectores populares. En ese sentido luego del 28 de junio, los aumentos en las tarifas de los servicios serán un hecho consumado. Mientras tanto, los trabajadores luchan por sus puestos de trabajo y por aumentos salariales, pues los sueldos no aumentan al compás de la inflación que, impunemente, intenta ocultar el INDEC con sus consabidos mentirosos índices. Los trabajadores han comenzado a romper el paisaje turístico de las ciudades del país, efectuando reclamos justos y comienzan a ser concientes de que la crisis la estamos pagando nosotros. Maestros, obreros metalúrgicos, trabajadores del Subte, trabajadores de la salud, gastronómicos, taxistas, han salido a las calles sin descanso. Ford anunció el despido de 330 trabajadores para el 1º de Mayo y los burócratas sindicales ni siquiera se pusieron colorados para decir que “Los niveles de producción no cayeron tanto como para intentar echar esa cantidad de obreros”, es decir, los despedidos deberían haber sido algunos menos... Es que el pez por la boca muere. El sinfín de reclamos salariales presagia lo que vendrá cuando se agudice la crisis. La burguesía y su gobierno lo saben. Por eso no dudan en apelar a verdaderos salvavidas de plomo como posibles diques de contención. Moyano y sus muchachos del camión organizaron un falso festejo del día del trabajador el 30 de abril. Falso porque de lo que menos habló Moyano fue de los trabajadores: todo su discurso estuvo dirigido a convencer a los concurrentes para que votaran al partido justicialista. En un desfachatado discurso retrógrado intentó vanagloriar los avances “nacionales y populares” de un gobierno que hace más de lo mismo que todos aquellos que lo antecedieron: protegiendo a las grandes empresas, los bancos, los pools de la soja (cuyos representantes más conspicuos han callado repentinamente) y congelando salarios de hambre, jubilaciones de miseria y planes para desocupados con cifras que rayan en el absurdo y no alcanzan ni para una semana de supervivencia de una familia; aumentando el monotributo a la pequeña burguesía y los trabajadores cuyos salarios se negrean en las empresas públicas bajo el manto de la facturación como independientes; retorciendo los índices de inflación a través de datos falsos publicados por el INDEC; perdonando y publicitando el perdón a las patronales en su maldita prensa burguesa que, a través de sus canales de televisión muestran a un patrón “bueno” que les avisa a sus obreros que están en blanco, como si fuera un hecho caritativo hacia ellos y no un derecho de los trabajadores conseguido a fuerza de luchas que costaron la sangre de muchos obreros y proletarios. De eso no habló Moyano quien debería recordar las palabras de su general de que son los pueblos los que hacen tronar el escarmiento y los que marchan con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de sus dirigentes...
Las elecciones fueron adelantadas porque la burguesía necesita legitimar su decisión política de aplicar las medidas de ajuste que tiene pensadas para nosotros para pagar su crisis y que exigirán mayor represión para garantizarlas.
¿Puede representar a los trabajadores un De Nárvaez, ex propietario de Casa Tía, que amenazó con el despido a los trabajadores de “El Cronista” porque no le gustaron sus reclamos? ¿Puede representar a los trabajadores un Felipe Solá, no sólo el que dio vía libre a la soja transgénica, sino quien, con la venia de Scioli, mantuvo negocios turbios vinculados con la pesca? ¿Puede representar a los trabajadores un Kirchner, el mismo que durante su gobierno puso en vigencia una ley laboral que mantiene los contratos basura que promueven la inestabilidad laboral y favorecen la explotación? ¿Puede representar a los trabajadores Elisa Carrió que jamás se acuerda de que existen, como buena señora gorda de la burguesía...? ¿Puede representar a los trabajadores Nacha Guevara, actriz de la “nueva era” que es capaz de sostener impunemente “yo no estoy para hablar de política, ni sé mucho de política”?
¿Algo nuevo? Decididamente, no. La burguesía, en la desesperación por salvarse ya no guarda ni siquiera las apariencias. Nunca estuvo tan al descubierto, tan al desnudo, como ahora. Cualquier recurso le viene bien para intentar contener lo que vendrá, frenar las luchas venideras. Sin embargo, no se puede tapar el sol con la mano: la lucha de clases avanza, pese a todos los intentos desesperados por postergarla, esconderla o contenerla.
A su vez y mientras tanto, el proletariado tiene su propio compás para la marcha: avanza, con paso lento, hacia una búsqueda de vida mejor. Aún son sólo indicios los que podemos ver en el acontecer diario, pero, sin embargo, la clase obrera avanza sin prisa, pero también sin pausa. Se equivocan aquellos que sostienen que no existen los obreros. Se equivocan los que creen todas las noticias que la burguesía se ufana en propagar por sus medios de comunicación. Se equivocan los que no ponen sus esperanzas en la capacidad de organización de este pueblo que ha sido capaz de producir un Cordobazo hace bastante tiempo y ha podido voltear cinco presidentes en sólo una semana, hace menos de ocho años.
En ellos ponemos los ojos quienes creemos que la crisis capitalista no nos ofrecerá ninguna salida y sólo nos provocará mayores sufrimientos. En ellos, que somos nosotros mismos, tenemos puestos nuestros ojos y brazos confiando en que la salida está en nuestras propias manos y que es cuestión de organizar, organizar y organizar.
Las próximas elecciones, con sus candidatos nuevamente maquillados para la televisión, las encuestas de intención de voto o las tapas de las revistas que los propagandizan como única salida, no deben engañarnos. Todos debemos tener claro que ninguna elección cambiará la determinación de la burguesía de cargar sobre nuestras espaldas el peso de su crisis que recrudece y quedará expuesta sin maquillaje posible apenas un día después de terminados los comicios. No habrá urnas que cambien esa determinación que es la misma de siempre: engordar sus bolsillos con nuestra explotación, vivir en sus countrys con el producto de nuestro trabajo, pagar sus campañas con nuestros impuestos, laudar sus juicios con sus jueces en nuestro perjuicio, pagar sus fuerzas armadas y policías también con nuestro aporte para que luego nos repriman, dirimir sus diferencias cargando su costo sobre nuestros hombros y acrecentando nuestras necesidades. Debemos tener claro que ninguno de ellos se propone sacarnos de la miseria que se acrecienta, porque la “democracia” de su estado burgués, como representante y administrador de sus intereses de clase, está pensada para garantizar la continuidad en el poder de la clase dominante, lo que les permite explotarnos, vivir de nuestro trabajo y reprimirnos cuando reclamamos.
Justamente porque estamos convencidos de que las elecciones son la legitimación que necesita la burguesía, es que seguimos sosteniendo, como el 40% del electorado, que no tenemos que votar, porque ése no es nuestro juego. Por eso lamentamos que, nuevamente, la pseudo izquierda se preste con sus frentitos, aliancitas, acuerditos varios, para ver si alguno liga sólo una migaja del banquete burgués, pues ninguno de ellos cambiará la correlación de fuerzas a través de las urnas.

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