lunes, 1 de marzo de 2010

LAS "TRISTEZAS" DE LA CIUDAD FELIZ

La ciudad de Mar del Plata es el destino turístico tradicional y más convocante de la República Argentina. Fundada hacia fines del Siglo XIX, creció en un principio merced a la actividad turística y la pesca, que se desarrollaba de forma paralela a la inmigración europea, de italianos y españoles en su mayoría.
El planteo que nos debemos en la actualidad es qué turismo deseamos. El turismo masivo, característico de la expansión de Mar del Plata desde las décadas de 1940 y 1950, plantea problemas tardíamente advertidos de saturación y de obsolescencia. El desarrollo de la actividad en sus orígenes, estuvo asociado a la puesta en valor del territorio y la creación de un espacio turístico destinado a generar una oferta locacional de viviendas y departamentos. La primacía de la producción habitacional (mediante especulación inmobiliaria) y de la construcción del espacio respecto de la producción de servicios turísticos signó el carácter prevalente de Mar del Plata, caracterizada por la propiedad de departamentos por parte de turistas que ocupan o alquilan las propiedades durante la temporada de verano, y quiénes las ocupan mantienen el estilo de vida (en cuanto al gasto) de su lugar de residencia.
Tal modalidad de la práctica turística, además de hacer superflua la prestación de servicios turísticos o limitar sensiblemente su mercado, plantea una capacidad flexible (siempre es posible alojar una persona más), admite una reducción del umbral medio de consumo (siempre es posible alimentar una persona más) y, más allá de la playa, admite opciones de descanso y recreación (reunirse, ver televisión), sin perjuicio de opciones de paseo, prescindentes de gasto. Las características citadas permiten entender por qué es tan bajo el promedio de gasto por turista por día en la ciudad durante el verano. Las viviendas en la ciudad representan alrededor del 70 por ciento de la capacidad de alojamiento turístico.
El modelo turístico de sol y playas es emblemático y a pesar de haberse consolidado, ha alcanzado su nivel de saturación. Si bien a partir del desarrollo de otras modalidades turísticas, en especial el turismo de reuniones (congresos y convenciones), la estacionalidad de la actividad ha mermado, la presencia turística en los sesenta días de verano representa alrededor de la mitad del total de los arribos anuales, trayendo como consecuencia la duplicación de la cantidad de habitantes de la ciudad, lo que ocurre por lo general en la segunda quincena de enero.
Los impactos negativos de distinta índole que se generan, en los que todos los marplatenses coincidiríamos, y sobre los que cabe reflexionar son: el deficiente estado de la infraestructura y de la prestación de servicios urbanos; la generación de empleos precarios; negocios ilegales; falta de limpieza en las calles; deterioro y saturación del área céntrica, playas y parques; problemas de tránsito; inflación; inseguridad; prostitución y trata de personas; y migrantes golondrina, que buscan “salvar el año” trabajando en la ciudad en verano y luego permanecen transformándose en desocupados.
Analizaremos en el presente, dos de las problemáticas en cuestión: la desocupación y la trata de personas. Con relación al primero de éstos, la mera cita de estadísticas oficiales de los últimos dos años nos permitirá analizar cuán dificil es para los marplatenses conseguir trabajo. Durante el primer trimestre de 2008, con un desempleo del 10,9 por ciento, Mar del Plata se convirtió en la única ciudad argentina en la que la desocupación escaló a los dos dígitos, dato que además implicó un incremento del 4,5 por ciento respecto de 2006. El segundo trimestre del año 2008, la desocupación fue del 10,3 por ciento y durante el tercer trimestre, 11,6 por ciento. El año 2009 arrojó las siguientes estadísticas para el aglomerado Mar del Plata-Batán: en el primer trimestre, la tasa de desempleo fue del 8,7 por ciento; en el segundo trimestre, indicador de desempleo se ubicó en 14,4 por ciento, mientras que el subempleo en el 9,6 por ciento; y el tercer trimestre de 2009, la población desocupada con respecto al trimestre anterior en términos relativos descendió al 11,6 por ciento, mientras que la tasa de subocupación volvió a ubicarse con valores mayores a la tasa de desempleo, en 13,8 por ciento. Entonces, salimos de aquel 14,4 por ciento de desocupados a través del funcionamiento de una variable de ajuste como es el subempleo. Los datos explican por sí mismos la gravedad del problema de la falta de trabajo en Mar del Plata, que en los últimos dos años ha sido la “capital nacional del desempleo”.
Con relación a la trata de blancas, el pasado enero una denuncia de la organización La Alameda, dió a conocer a la opinión pública, la explotación sexual de mujeres (en muchos casos menores) que permanecen en situación de encierro y esclavitud en 92 prostíbulos que funcionan en la ciudad. Algunas son obligadas a cumplir 13 o 14 horas diarias de trabajo en los lugares de citas, otras virtualmente están las 24 horas del día a disposición de los proxenetas. Esas chicas, en su mayoría extranjeras que son traídas desde Paraguay, República Dominicana y otros países, viven en los prostíbulos y en sus horas de descanso son obligadas a levantarse y atender a los clientes. Denunciamos la evidente participación policial en estos delitos que se acrecientan durante el verano con el movimiento turístico, y la falta de decisión de la Justicia y de los políticos que apunte a ponerle fin a la trata de personas.
Cotidianamente, los medios de comunicación locales y nacionales nos abruman con informaciones positivas acerca de la cantidad de arribos a Mar del Plata, mostrando la brillantez de la “ciudad feliz”, poniendo solamente énfasis en números y obviando la calidad del servicio que reciben los turistas, así como las características de dicha demanda. En adición a lo citado, cabe aclarar que si bien la actividad afecta en forma directa e indirecta a un importante porcentaje de la población, todo lo que brilla no es oro, y está sujeto a una ínfima proporción de las manzanas marplatenses en las que frecuentan los turistas.
Año tras año observamos cómo las inversiones del municipio llueven innecesariamente para el sector beneficiado, arreglándose calles que estaban en perfecto estado, realizando erogaciones superfluas (la última fue la remodelación en tiempo record del Estadio Polideportivo para la final de la Copa Davis) y colaborando con prebendas y beneficios impositivos a empresarios negreros (el super-promocionado arribo de Aldrey Iglesias al Hotel Provincial), entre otras tantas.
Si bien el turismo es una de las actividades económicas y sociales más importantes con que cuenta Mar del Plata, el objetivo de la presente nota es mostrarnos distantes del optimismo reinante en la opinión pública, y resaltar aquellos aspectos escondidos, recordando a la ciudad oculta por la actividad turística, así como a los trabajadores que se sacrifican sobremanera en temporada debiendo someterse a condiciones laborales basadas en la explotación de los empresarios y en la débil defensa de un sindicato entreguista como el de gastronómicos.
La pregunta inicial que realizáramos indagaba sobre el turismo deseable para la ciudad, la reflexión final que nos permitimos es qué ciudad queremos los marplatenses para nosotros mismos.

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