viernes, 12 de marzo de 2010

1921: LA SANGRE OBRERA TIÑÓ LA PATAGONIA

A pocos meses de celebrarse el bicentenario de la Argentina no pocos artículos, escritos por alcahuetes a sueldo del sistema, ensalzan los logros del “centenario”. Según éstos, a partir del proyecto agroexportador que insertó a la argentina en el mercado mundial, nuestro país vivió una era de progreso sin par.
La clase dominante -la oligarquía terrateniente ganadera- genocida, explotadora y corrupta, es presentada como la elite liberal que modernizó el país. Al parecer, para los adulones, la historia no es un proceso en el cual el pasado tenga algo que ver con el presente, por eso el atraso, la marginalidad y pobreza del interior, el subdesarrollo, la dependencia económica y el resto de las miserias que HOY padece nuestro pueblo, nada tendrían que ver con aquel ”maravilloso” período que abarcaría los años de 1880 a 1916 aproximadamente.
Nuestro punto de vista es opuesto: no medimos el progreso por la construcción de teatros, hipódromos y records de exportaciones, sino por el nivel de vida alcanzado por los trabajadores y el pueblo; y en este sentido, los avances registrados, son fruto exclusivo de las luchas de las clases explotadas que ofrendaron en ellas miles y miles de vidas.
Ya desde el inicio del siglo XX el “granero del mundo”, mientras enriquecía a unos pocos parásitos aliados al capital inglés, repartía miseria, palos y balas entre la incipiente clase obrera que bregaba por elementales derechos como el descanso dominical o la jornada de ocho horas; 1902, 1904, 1905, 1909 fueron años de verdaderas matanzas, especialmente en los 1º de mayo la represión policial dejaba el tendal de trabajadores sin vida en la calle.
Así, junto a leyes represivas como la “ley de Residencia” y el Estado de sitio (1902), la clase fue arrancando a la oligarquía leyes para paliar, en parte, la tremenda explotación a que era sometida: en 1905 ley 4661 de descanso dominical, 1906 ley 5291 sobre trabajo de mujeres y menores, casi diez años debieron pasar para ganar la 9688 sobre accidentes de trabajo y enfermedades profesionales (1915).
Sin embargo, aunque las leyes estaban vigentes, en general, la patronal, amparada en el poder político, no las cumplía. Así se desataron los grandes conflictos que culminaron en matanzas de trabajadores: 1919 la “Semana Trágica” (que recordamos en el número anterior de El Asalariado) que comenzó con el reclamo de los trabajadores de la firma Vasena -de capitales ingleses- por la jornada de ocho horas, jornada dominical de descanso y reincorporación de cesantes y en 1921 la gran huelga de la Patagonia, la que también se iniciara por reivindicaciones elementales: un pago decente (cien pesos por mes), un paquete de velas por mes, un día de descanso por semana, y otras que intentaban mejorar las condiciones miserables en que vivían los peones rurales.
Si bien es cierto que al momento de producirse estas dos masacres gobernaban los radicales, no menos cierto es que la oligarquía -quien detentaba el poder económico- participó de las mismas a través de sus instituciones (Sociedad Rural, Liga del Comercio y la Industria Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia.etc), personeros y matones (la Liga Patriótica y sus “guardias blancos” quienes fueron a la Patagonia a armar provocaciones y asesinar obreros).
Ya desde fines del siglo XIX, millones de las mejores hectáreas de Chubut y Santa Cruz habían sido entregadas a unos pocos empresarios ganaderos, en su mayoría ingleses. Por otra parte, tanto las comunicaciones marítimas como la venta de productos de ramos generales estaba monopolizada por grupos empresariales pertenecientes a Braun y Menéndez Behety también propietarios de millones de hectáreas patagónicas.
Durante el trascurso de la Iª Guerra Mundial, el precio de la lana había mantenido un incesante alza provocando así una etapa de crecimiento, acumulación especulativa de stock y confiado endeudamiento, a la par que la radicación en el sur de trabajadores argentinos e inmigrantes. Cuando la buena época terminó -fruto de la crisis de posguerra que disminuyó la demanda internacional- los ajustes cayeron, como siempre ocurre, sobre las espaldas de los peones rurales, quienes sufrieron el empeoramiento de sus ya insoportables condiciones de vida.
Lo que siguió fue una extraordinaria y difícil lucha, organizada por dirigentes, en su mayoría ligados a la FORA del IX Congreso, quienes a pesar de las enormes distancias, las provocaciones, la represión de la patronal y las “guardias blancas” supieron poner a los obreros en pie de lucha, en esclarecedora labor, estancia por estancia, y en una primera fase conquistar las reivindicaciones del petitorio; éstas, como se sabe, fueron aceptadas por la patronal y el gobernador ante el Tte Cnel. Héctor Varela quien había llegado con tropas nacionales en su auxilio. Sin embargo, los acuerdos fueron incumplidos por los patrones y el gobierno: los obreros volvieron a la lucha. Yrigoyen sucumbió a la presión de los hacendados, otra vez Varela volvió con sus tropas al sur, esta vez con órdenes precisas. Así se desató la feroz represión que dejó como saldo entre 1500 y 2000 obreros fusilados a quienes, previamente se les hacía cavar su propia fosa.
Consumada la masacre, Varela prohibió toda tratativa entre obreros y patrones y puso “fuera de la ley” a todas las organizaciones obreras de la Patagonia. Los salarios de los trabajadores bajaron un 50%, la represión eliminó la mano de obra sobrante y el asesino fue condecorado en Buenos Aires por la Liga Patriótica y premiado por el gobierno con la dirección de la Escuela de Caballería de Campo de Mayo.
Al cumplirse 89 años de los comienzos de aquellas heroicas jornadas obreras, desde la OTM recordamos a los compañeros fusilados en la Patagonia.

lunes, 1 de marzo de 2010

LAS "TRISTEZAS" DE LA CIUDAD FELIZ

La ciudad de Mar del Plata es el destino turístico tradicional y más convocante de la República Argentina. Fundada hacia fines del Siglo XIX, creció en un principio merced a la actividad turística y la pesca, que se desarrollaba de forma paralela a la inmigración europea, de italianos y españoles en su mayoría.
El planteo que nos debemos en la actualidad es qué turismo deseamos. El turismo masivo, característico de la expansión de Mar del Plata desde las décadas de 1940 y 1950, plantea problemas tardíamente advertidos de saturación y de obsolescencia. El desarrollo de la actividad en sus orígenes, estuvo asociado a la puesta en valor del territorio y la creación de un espacio turístico destinado a generar una oferta locacional de viviendas y departamentos. La primacía de la producción habitacional (mediante especulación inmobiliaria) y de la construcción del espacio respecto de la producción de servicios turísticos signó el carácter prevalente de Mar del Plata, caracterizada por la propiedad de departamentos por parte de turistas que ocupan o alquilan las propiedades durante la temporada de verano, y quiénes las ocupan mantienen el estilo de vida (en cuanto al gasto) de su lugar de residencia.
Tal modalidad de la práctica turística, además de hacer superflua la prestación de servicios turísticos o limitar sensiblemente su mercado, plantea una capacidad flexible (siempre es posible alojar una persona más), admite una reducción del umbral medio de consumo (siempre es posible alimentar una persona más) y, más allá de la playa, admite opciones de descanso y recreación (reunirse, ver televisión), sin perjuicio de opciones de paseo, prescindentes de gasto. Las características citadas permiten entender por qué es tan bajo el promedio de gasto por turista por día en la ciudad durante el verano. Las viviendas en la ciudad representan alrededor del 70 por ciento de la capacidad de alojamiento turístico.
El modelo turístico de sol y playas es emblemático y a pesar de haberse consolidado, ha alcanzado su nivel de saturación. Si bien a partir del desarrollo de otras modalidades turísticas, en especial el turismo de reuniones (congresos y convenciones), la estacionalidad de la actividad ha mermado, la presencia turística en los sesenta días de verano representa alrededor de la mitad del total de los arribos anuales, trayendo como consecuencia la duplicación de la cantidad de habitantes de la ciudad, lo que ocurre por lo general en la segunda quincena de enero.
Los impactos negativos de distinta índole que se generan, en los que todos los marplatenses coincidiríamos, y sobre los que cabe reflexionar son: el deficiente estado de la infraestructura y de la prestación de servicios urbanos; la generación de empleos precarios; negocios ilegales; falta de limpieza en las calles; deterioro y saturación del área céntrica, playas y parques; problemas de tránsito; inflación; inseguridad; prostitución y trata de personas; y migrantes golondrina, que buscan “salvar el año” trabajando en la ciudad en verano y luego permanecen transformándose en desocupados.
Analizaremos en el presente, dos de las problemáticas en cuestión: la desocupación y la trata de personas. Con relación al primero de éstos, la mera cita de estadísticas oficiales de los últimos dos años nos permitirá analizar cuán dificil es para los marplatenses conseguir trabajo. Durante el primer trimestre de 2008, con un desempleo del 10,9 por ciento, Mar del Plata se convirtió en la única ciudad argentina en la que la desocupación escaló a los dos dígitos, dato que además implicó un incremento del 4,5 por ciento respecto de 2006. El segundo trimestre del año 2008, la desocupación fue del 10,3 por ciento y durante el tercer trimestre, 11,6 por ciento. El año 2009 arrojó las siguientes estadísticas para el aglomerado Mar del Plata-Batán: en el primer trimestre, la tasa de desempleo fue del 8,7 por ciento; en el segundo trimestre, indicador de desempleo se ubicó en 14,4 por ciento, mientras que el subempleo en el 9,6 por ciento; y el tercer trimestre de 2009, la población desocupada con respecto al trimestre anterior en términos relativos descendió al 11,6 por ciento, mientras que la tasa de subocupación volvió a ubicarse con valores mayores a la tasa de desempleo, en 13,8 por ciento. Entonces, salimos de aquel 14,4 por ciento de desocupados a través del funcionamiento de una variable de ajuste como es el subempleo. Los datos explican por sí mismos la gravedad del problema de la falta de trabajo en Mar del Plata, que en los últimos dos años ha sido la “capital nacional del desempleo”.
Con relación a la trata de blancas, el pasado enero una denuncia de la organización La Alameda, dió a conocer a la opinión pública, la explotación sexual de mujeres (en muchos casos menores) que permanecen en situación de encierro y esclavitud en 92 prostíbulos que funcionan en la ciudad. Algunas son obligadas a cumplir 13 o 14 horas diarias de trabajo en los lugares de citas, otras virtualmente están las 24 horas del día a disposición de los proxenetas. Esas chicas, en su mayoría extranjeras que son traídas desde Paraguay, República Dominicana y otros países, viven en los prostíbulos y en sus horas de descanso son obligadas a levantarse y atender a los clientes. Denunciamos la evidente participación policial en estos delitos que se acrecientan durante el verano con el movimiento turístico, y la falta de decisión de la Justicia y de los políticos que apunte a ponerle fin a la trata de personas.
Cotidianamente, los medios de comunicación locales y nacionales nos abruman con informaciones positivas acerca de la cantidad de arribos a Mar del Plata, mostrando la brillantez de la “ciudad feliz”, poniendo solamente énfasis en números y obviando la calidad del servicio que reciben los turistas, así como las características de dicha demanda. En adición a lo citado, cabe aclarar que si bien la actividad afecta en forma directa e indirecta a un importante porcentaje de la población, todo lo que brilla no es oro, y está sujeto a una ínfima proporción de las manzanas marplatenses en las que frecuentan los turistas.
Año tras año observamos cómo las inversiones del municipio llueven innecesariamente para el sector beneficiado, arreglándose calles que estaban en perfecto estado, realizando erogaciones superfluas (la última fue la remodelación en tiempo record del Estadio Polideportivo para la final de la Copa Davis) y colaborando con prebendas y beneficios impositivos a empresarios negreros (el super-promocionado arribo de Aldrey Iglesias al Hotel Provincial), entre otras tantas.
Si bien el turismo es una de las actividades económicas y sociales más importantes con que cuenta Mar del Plata, el objetivo de la presente nota es mostrarnos distantes del optimismo reinante en la opinión pública, y resaltar aquellos aspectos escondidos, recordando a la ciudad oculta por la actividad turística, así como a los trabajadores que se sacrifican sobremanera en temporada debiendo someterse a condiciones laborales basadas en la explotación de los empresarios y en la débil defensa de un sindicato entreguista como el de gastronómicos.
La pregunta inicial que realizáramos indagaba sobre el turismo deseable para la ciudad, la reflexión final que nos permitimos es qué ciudad queremos los marplatenses para nosotros mismos.