jueves, 1 de febrero de 2007

EL CASO GEREZ

Pocos acontecimientos tienen el raro privilegio de transitar rápidamente del asombro y la preocupación al liso y llano descrédito como ha ocurrido con el secuestro de Luís Gerez. Más aún cuando los medios de comunicación imponen, explosivamente, el tema y algunos de ellos en especial –en este caso los aparatos estatal y privado oficialista - se esfuerzan para que su interpretación penetre en la conciencia del pueblo.
Recordamos uno: un día de 1998 los diarios y la televisión llenaron las cabezas de la gente con el suicidio del capitalista Yabrán. Según pasaban las horas, en el seno de las masas, la sorpresa dejaba paso a la desconfianza sobre la veracidad del hecho. Las encuestas que mostraban el descreimiento generalizado preocupaban a los escribas del poder; uno de ellos veía en esta actitud popular un síntoma de enfermedad social, nosotros, por el contrario, la saludábamos como señal inequívoca de que cada vez más advertimos y rechazamos los grandes montajes mediáticos del sistema. Este último 28 de diciembre la noticia de la desaparición, la noche anterior, de Luís Gerez –quien había testificado contra el
fascista Patti- nos conmovía. Nadie pudo dejar de pensar que se trataba de otro caso López. Fueron horas de incertidumbre para el pueblo pero no para los protagonistas y el gobierno que el viernes 29, temprano, decidió cómo sacar ventaja de la situación creada.
Escobar fue el campo de batalla y el enemigo a vencer: Abelardo Patti un siniestro cana represor pero no un idiota que vaya a dilapidar su fuerte inserción política en la ciudad con la torpeza de un secuestro a todas luces innecesario. Sobre un hecho real –casi con seguridad una apretada entre propios peronistas, que como está más que probado, desnudan sus métodos patoteros y mafiosos en grescasinternas, especialmente en épocas en las que se encuentran en el poder –se levantó una farsa tendiente a presentar como campeón de los derechos humanos a Kirchner y de paso compensar el fracaso de la investigación en la desaparición de Jorge Julio López, cerrando así el año con un empate sobre la hora con sabor a triunfo (electoral). Súper K hizo tronar el escarmiento nada menos que por cadena nacional y los secuestradores, aterrados ante tanta firmeza, liberaron sano y salvo a Gerez. No pocos fueron convencidos por esta patraña, en la que cayó incluso el lúcido periodista de izquierda Aliverti. Sin embargo, las flagrantes contradicciones, que se sucedían unas a otras, el descarado manejo de los funcionarios y la prensa estatal, la ausencia de datos e información creíble, el patético “papel “de Fernández de Rosa buscando el “primo cartelo” y otras perlas más tuvieron su corolario en la vergonzosa “conferencia de prensa” de Gerez la cual -felizmente- si alguien tenía alguna duda sobre el carácter fraudulento de toda esta historia sirvió para despejarla rotundamente.
¿Qué conclusión sacamos en la OTM? Este secuestro fue una farsa que, en todo caso, ilustra sobre las peleas internas del partido gobernante. El gobierno no trepidó en utilizarlo con fines propagandísticos. Está probado que muchas horas antes sabían que Gerez estaba vivo y que sería liberado. La propia aparición fue una puesta en escena. El farsante Kirchner reconoció en su discurso en cadena la existencia de grupos paramilitares “ligados al pasado”. Pero se olvidó de los “ligados al presente” esos que él tiene en su partido, a su lado, a la cabeza de las fuerzas de represión.
No debiéramos olvidar, pues aún no se ha cumplido un año, que un “arrepentido” de la Armada descubrió las tareas de inteligencia que esa fuerza llevaba a cabo sobre dirigentes sociales, de derechos humanos, periodistas e incluso funcionarios tanto de la provincia de Chubut como nacionales. Y que toda la información recogida era enviada al Comando de Operaciones Navales. Sin embargo la ministra Garré, en ese momento le dio un espaldarazo al almirante Godoy afirmando que éste “está al frente de las investigaciones” (Clarín, 21 de marzo de 2006 / pág. 3). Digamos, por último que no nos conmueven las detenciones de criminales octogenarios, que, al fin y al cabo, circo periodístico-judicial de por medio, terminarán sus días plácidamente en el jardín de su casa. Nos interesaría mucho más que se detuviera y se juzgara a los que hoy están en actividad, pero somos hijos de la experiencia y sabemos que como dice el dicho: “entre bueyes no hay cornadas”.

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