sábado, 25 de septiembre de 2010

Acerca de la Seguridad.

Ante la pregunta "¿cuál es su bien más valioso?", probablemente se responderá: la vida, la salud, los hijos y la familia o la libertad. Y si se asegura lo que es valioso, entonces la seguridad debería ser seguridad de los derechos, primero los más importantes, y en escala descendente, los demás, hasta llegar a la propiedad de objetos, al dinero.
Alguna vez, un ciudadano, por defender su pasacassette, no titubeó en matar a quien se lo estaba robando, como si una vida humana y un objeto tuvieran equivalencia. A ese homicidio los medios de comunicación lo llamaron "justicia por mano propia". Sin embargo, el robo no se pena con la muerte.
Un auto, por ejemplo, se asegura contra robo. Si fracasó la prevención y alguien lo roba, no merece ni se justifica que arriesguen sus vidas ni su dueño ni ningún policía. Todos los productos de mercado pueden asegurarse en el mercado de seguros y volver a comprarse. La vida, en cambio -la propia, la del delincuente o la del policía-, no tiene resurrección.
La distorsión de valores llega al extremo de contraponer seguridad y derechos humanos. En nombre de la seguridad, se cuestionan garantías como la presunción de inocencia. En cambio, no se mide la dimensión alcanzada por el mercado de la seguridad, que vende custodias, alarmas, blindajes o adicionales policiales, y así se necesita de más inseguridad para seguir vendiendo. Ni se habla de la expansión del mercado de la droga gracias a sus zonas liberadas. La violencia irracional delictiva, que aterroriza, es consecuencia de la droga, y esa violencia nutre a su vez al mercado de la seguridad. Son funcionales el uno al otro.
El término seguridad fue en el pasado una bandera de persecución ideológica. La sociedad, mayoritariamente, no entendió la verdad de entonces, como hoy no parece entender la actual. Por eso como ayer legitimó la guerra de aniquilamiento al "subversivo", ahora reclama mano dura o pena de muerte para combatir el delito, sin tomar en cuenta que se ha ido fabricando una generación social sin brújula ni destino, que se marginaliza, se emborracha o se droga para soportar esa vida y roba para seguir drogándose.
Cuando más se siga negando esta realidad social, la inseguridad seguirá su curso ascendente y los mercaderes de custodias, alarmas o blindajes abultarán sus cuentas.
A todo esto, ¿el capitalismo no tendrá algo que ver con este asunto?

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