sábado, 8 de agosto de 2009

PANORAMA MUNDIAL EN UN MOMENTO DE CRISIS: CAUSAS DE LA ACTUAL CRISIS ECONÓMICA

Tomando como precepto el deseo de cambiar la realidad actual luchando por un futuro mejor, idealizado pero alcanzable, como grupo de discusión y acción que reúne a trabajadores, nos proponemos en un principio entender dicha realidad, comprenderla como un fenómeno histórico, originado en una lucha de poder de clases sociales antagónicas, por un lado los poseedores de los medios de producción, y por otro aquellos que se esfuerzan a diario para generar y multiplicar la riqueza de los primeros, que resultan ser la minoría.
La fórmula anterior, en un principio sencilla, nos permitirá esbozar el desarrollo del capitalismo como una maquinaria que recrea la explotación del ser humano por el propio ser humano, que tiende a la posesión de los recursos en pocas manos y a la miseria de las inmensas mayorías, legitimadas por un Estado creado para la protección del más fuerte y la represión del más débil y justificadas como “natural” por un aparato ideológico que pone el acento en la acumulación como razón de ser de la raza humana, independientemente de que el acto de acumular (cada vez más) conlleve al mercantilismo de sus pares y hasta la destrucción de su propia casa.
Nos empeñamos en comprender nuestra cotidianeidad de asalariados, para lo cual resultará necesario ir más allá, analizándola considerando la realidad nacional e internacional, tomando en cuenta las dimensiones política, económica, social y cultural.

Así las cosas, el objetivo de la presente sección es entender el lugar que ocupamos los trabajadores en el mundo, aprehendiéndolo como un todo formado por partes intervinientes que, al tener distintos intereses, juegan roles dispares en un esquema lucha por el poder. Resulta necesario, entonces, interpretar la crisis económica actual y el papel que cumplen los Estados Unidos, país en que la misma se originó, ubicado en el centro del poder político del mundo capitalista. Entendemos a la presente como una crisis de civilización, es decir de la civilización burguesa que presenta múltiples aspectos: económico-financiero, ambiental, energético, alimentario, militar, y cuyo motor se encuentra en el centro del mundo: los Estados Unidos.
Las causas profundas de la crisis económica actual son: en primer lugar, la enorme polarización de las rentas que se ha ido produciendo en Estados Unidos a partir de los años 1960 y que alcanzó su máxima expresión en estos primeros años del siglo XXI. En segundo lugar, también en Estados Unidos: la desregulación de la banca en los años 80 al derrumbar el sistema financiero inaugurado después de la gran crisis de 1929 y durante la Gran Depresión para disminuir el excesivo poder de la Banca y proteger los ahorros de la población. Es menester analizar estas causas para prever consecuencias y soluciones.
Las políticas económicas llevadas a cabo entre las décadas de 1930 y 1970 eran intervencionistas con un carácter keynesiano claro; sobre la base del consenso entre la tríada gobierno, empresa y trabajadores, se desarrolló una economía de consumo masivo basada en el pleno empleo y en el aumento sostenido de ingresos reales, con el sostén de la seguridad social, que a su vez se financiaba con el incremento de los ingresos públicos. Durante este periodo, la clase trabajadora era fuerte y había impuesto al mundo empresarial la necesidad de pactar no sólo el nivel salarial sino también las condiciones de trabajo y, a través de su influencia política, la expansión del estado del bienestar y la distribución de la renta nacional, aplicando políticas redistributivas que disminuyeron las desigualdades. La clase trabajadora había adquirido gran poder, por lo que siguió incrementando el nivel de sus demandas. Cuando la clase trabajadora no tiene trabajo (al tener un desempleo alto) lucha por obtenerlo; cuando lo tiene, pugna por buenos salarios y buenas condiciones de trabajo, y cuando alcanza esto último, quiere tener una voz en la decisión de cómo realizar el trabajo y cómo gestionar la empresa. Durante el periodo 1945-1979, el nivel de demandas y conquistas laborales había ido aumentando a medida que la clase trabajadora iba consiguiendo sus peticiones, resultado de su mayor poder. La clase empresarial estaba a la defensiva; era consciente de que estaba perdiendo poder y, como siempre ocurre, respondió en la década de 1970.
Las políticas en defensa de la clase burguesa trajeron como consecuencia un cambio en las relaciones de poder que permitió que las desigualdades sociales crecieran de una manera muy marcada durante el periodo liberal. La burguesía vio sus ingresos crecer de una manera muy notable a costa de los ingresos de la clase trabajadora. El mundo empresarial recuperó su enorme poder político desarrollando políticas públicas de las que se beneficiaron enormemente. El neoliberalismo fue así, la ideología de las burguesías.
La explicación de dichos cambios es aún más reveladora analizando el devenir de la sociedad norteamericana en el período. El porcentaje de la renta nacional (PBI) que tenía la clase trabajadora (60 por ciento de la población), pasó de ser el 35 por ciento en el año 2000 al 29 por ciento en 2005. De ahí que la población se viera forzada a pedir prestado a los bancos y a tener tarjetas de crédito, con lo cual la deuda de las clases populares fue creciendo en la manera en que el porcentaje de su renta fue disminuyendo. El endeudamiento de los trabajadores fue creciendo de forma sustancial, en especial en el sector inmobiliario: para comprar una vivienda, la deuda de una persona pasó de representar el 90 por ciento de su renta personal (después de pagar impuestos) en los años 1990, al 140 por ciento en 2006, y ello como consecuencia del crecimiento especulativo del precio de la vivienda. El gobierno federal facilitaba este endeudamiento bajando los intereses, que pasaron de un 5,1 por ciento en los años 1990 a sólo un 1,4 por ciento a partir de 2002. Se creó así una nueva burbuja, la burbuja inmobiliaria, que al explotar fue uno de los causantes de la crisis actual.
Entonces, la gran polarización en la distribución del PBI, con disminución del porcentaje que las rentas del trabajo representan del total de la renta nacional ha sido la causa de las crisis económica y financiera actuales. La escasez de capacidad adquisitiva de las clases populares ha creado un problema grave de insuficiente demanda, responsable del escaso crecimiento económico. Y los exuberantes beneficios de la banca han derivado primordialmente de inversiones especulativas, creándose el complejo capital financiero-inmobiliarias (construcción) responsable de los elevados precios de la vivienda, incrementándose todavía más el gran endeudamiento de las clases populares.
Este sistema da poder a los lobbies económicos y financieros, los que a su vez financian a los partidos políticos mayoritarios de Estados Unidos, haciendo sentir su influencia en el desarrollo de las políticas liberales. Hace un cuarto de siglo, las 200 más grandes corporaciones estadounidenses hacían negocios financieros y los mismos representaban cerca del 10 por ciento de sus beneficios. En la actualidad, esos beneficios están entre el 40 y 45 por ciento. En los últimos treinta años, las empresas productivas llevaron adelante esa reconversión porque, como se ha citado, hubo una desaceleración de la demanda y los excedentes de capital se fueron destinando al sector financiero. Las instituciones financieras funcionan en este contexto como un instrumento del propio sistema para conseguir superar las crisis de sobreproducción de las que hablaba Marx. La economía capitalista realmente existente privilegia, de este modo, la inversión especulativa, en las que ha predominado el enriquecimiento rápido y fácil, a la reinversión productiva de las utilidades, convirtiéndose el capitalismo en un sistema que destruye fuerzas productivas.
La segunda de las causas citadas actúa como complemento al funcionamiento del capitalismo contemporáneo. El reordenamiento de la economía capitalista fue acompañado de cambios en el sistema financiero que aumentaron el poder de la banca y dejaron de proteger los ahorros que la población tenía en los bancos. La desregulación permitió que el perdedor fuese el ciudadano que coloca sus ahorros en la banca, y que son utilizados por los banqueros para especular con aquel dinero, con un aseguramiento nulo o muy bajo. La banca pudo hacer prácticamente lo que quiso. En el momento de explosión inmobiliaria (julio de 2007), los bancos ofrecían hipotecas en términos sorprendentemente fáciles que luego se convirtieron en tóxicos al no poder pagarse, en parte debido al enorme problema del endeudamiento explicado en la primera parte de este artículo. Ahí está el origen de la actual crisis financiera.
Estados Unidos ha ampliado su colchón de seguridad empresarial de una forma que no tiene precedentes, desde los bancos comerciales hasta los de inversión, luego a los seguros y ahora a los automóviles, sin que haya un límite a la asistencia social a las empresas. Los ricos y poderosos acuden al gobierno para que les ayude siempre que pueden, mientras que los individuos necesitados reciben poca protección social. El gobierno de Obama ha confundido rescatar a los banqueros y sus accionistas con rescatar los bancos. La falta de planificación y de análisis de las consecuencias de los rescates de empresas, contribuirá a la tendencia natural del capital a concentrarse en el sistema capitalista, por lo que se espera como consecuencia de la crisis, un sistema económico menos competitivo y en el que las grandes multinacionales que eran demasiado grandes para hundirse serán aún más grandes.
Según la lógica expuesta, cuando las grandes empresas se hunden, el gobierno destina el dinero de los impuestos que paga todo el pueblo para rescatarlas. El funcionamiento del sistema continúa, y si las empresas logran nuevos beneficios, se largan con la recaudación; si les sale mal, el pueblo vuelve a pagar la cuenta.
A modo de síntesis, es necesario exponer que la actual no es sólo una crisis financiera sino también una crisis energética, alimentaria y ambiental que está adquiriendo una dimensión realmente preocupante, pues afecta, como siempre, a los más vulnerables. Sólo en Estados Unidos en el pasado mes de junio hubo 467 mil puestos de trabajo eliminados, llegando la desocupación al 9,5 por ciento, a lo que debe sumársele el crecimiento vertiginoso de las familias sin techo. Lo que algunos han enunciado como crisis financiera es mucho más que eso: es una crisis global, pues supone el agotamiento de un sistema cuyas consecuencias son la pobreza, el hambre y la exclusión social; la prosperidad de una minoría de la población mundial que se asienta en el sufrimiento de tantos. Esta crisis no se puede solucionar sólo con medidas de política económica, sino que es necesario plantearse otros modos de vivir y consumir. No estamos solamente ante una crisis financiera sino ante algo mucho más profundo: un sistema económico mundial desigual y depredador de la naturaleza y del propio ser humano.
Creemos necesaria la convocatoria a la clase trabajadora de todo el mundo, pues sólo identificándonos como pares podremos lograr una participación aunada en el combate contra el capitalismo, debiendo ante todo comportarnos individual y colectivamente como revolucionarios que somos, mostrando con nuestro ejemplo de lucha diaria que sólo así y en la unión venceremos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena la reseña histórica, para entender así un poco más la crisis actual e incentivar a la clase trabajadora a seguir luchando por sus derechos.